miércoles, 1 de septiembre de 2021

Cuando lleguen buenos momentos

foto: hiro

El verano insípido. Así se titularía este verano si se tratara de una novela o una canción. Ya lo sé, todavía queda septiembre, con sus alegrías inesperadas de última hora. Y además, siempre me he negado a colgar el cartel de 'cerrado el verano' hasta que no terminan las fiestas de la Mercè de Barcelona. Pero no les tengo muchas esperanzas puestas...

Aunque suene imposible, este verano me ha parecido peor que el anterior. Me da la sensación que la pandemia se ha llevando poco a poco la alegría de vivir. Y con ello, la ilusión, esa actitud vital que da a la existencia un filtro cálido, vibrante, y que nos motiva a emprender cosas nuevas. Esa falta de ilusión es la que he observado entre algunas de mis amistades, y en algunos momentos, en mí misma. 

Dicen que vivir atascado en el pasado nos lleva a la nostalgia; y que vivir con la mente en el futuro, a la angustia. Vivir en el presente, en el aquí y el ahora, parece la única solución viable. 

ilustración de Liana Finck

Eso intento hacer, pero cuando el presente se ha vuelto tan insípido como un plato de verdura sin sal, no sé que deciros... La vida adulta a veces tiene etapas que transcurren por caminos angostos, al borde de precipicios, donde el vacío existencial amenaza con tragarnos. Caminar con anteojeras, con la vista puesta en lo que tenemos justo delante, es la mejor manera de vencer esos tramos peligrosos del camino.

Este post me está quedando demasiado intenso para un verano, lo sé. Estoy perdiendo la costumbre de escribir en este blog y me siento un poco torpe.
Todo para deciros que a pesar de ser un verano insípido, estoy aprendiendo a vivir más anclada en el presente; a reconocer los buenos momentos cuando llegan para atraparlos y -como cantan los Marialluïsa- hacer que pasen lentos. Como el fin de semana que pasé en la playa con mis sobrinos. O esa noche en las fiestas de Gràcia, en la que volvimos a bailar de nuevo en un concierto, con una alegría desatada y torpe por la falta de costumbre. 


martes, 19 de enero de 2021

una droga que no te mata

 pintura de Andy Denzler

¿Os acordáis de lo que pasaba cuando dejabais un video en pausa demasiado tiempo con el VHS? La imagen se quedaba estática unos segundos, pero luego empezaba a vibrar y aparecían franjas grises y verdes, hasta que la imagen se desfigurada y quedaba irreconocible.

Algo así me parece la vida desde que empezó la pandemia. Tanto tiempo viviendo en pausa hace que las cosas se empiecen a desfigurar. Y no quiero acostumbrarme a esta (a)normalidad.

El domingo fuimos a pasear por el parque de la Ciutadella, y allí era primavera; como si las imágenes de frío y nieve que hacía unos días invadían las pantallas se hubieran desvanecido (creo que nevó en todas partes menos en Barcelona).

La gente parecía feliz paseando en manga corta o con las mangas de la camisa remangadas. En la glorieta de la fuente un grupo de gente bailaba swing al compás de una pequeña banda. Unos niños jugaban cerca a cazar y reventar pompas de jabón, que impasibles, seguían su vuelo hasta estallar en el cielo. Era como un oasis, como si el 2020 no hubiera existido y no supiéramos lo que era vivir en pandemia. Y me di cuenta, que lo convertía ese momento en un instante fuera del tiempo era su banda sonora. Escuchar música en directo se ha convertido en un lujo casi imposible de disfrutar. 

Justamente estos días estoy entusiasmada viendo la docuserie de Martin Scorsese Pretends It's a City. Me declaro fan de Fran Lebowitz (perdonad la cacofonía), de su ingenio mordaz, su sarcasmo y su haterismo. ¿Cómo puede ser que no conociera antes a esta mujer? 


Me identifico tanto con alguna de sus reflexiones y con su odio a la gente en general -que no a las personas en particular- sobre todo a los zombies que ya no saben pasear por las ciudades sin mirar la pantalla de su móvil, o incapaces de apartarse al cruzarse con alguien por su egoísmo supino. Su amor/odio por Nueva York se parece mucho a la ambivalencia que siento por Barcelona. Amo a mi ciudad, pero hay veces que me agota vivir en ella. Y como la gente de Nueva York, también pienso: "no puedo permitirme vivir aquí" pero no sé cómo, ni porqué,  sigo haciéndolo. 

Fran Lebowitz

En el episodio 2 ("Cultura") Fran Lebowitz reflexiona precisamente sobre la música, y porqué no hay nadie más querido que un músico:

"La gente ama a los músicos. Los quiere mucho, porque les dan la capacidad de expresar sus emociones y sus recuerdos. Ninguna otra forma de arte hace eso.

La música hace a la gente más feliz y no les hace daño. Casi todo lo que te hace sentir mejor es dañino. Es muy raro. Es como una droga que no te mata. "

A ella, dice, que escuchar música de la Motown siempre la pone feliz, no porque la considere la mejor música de la historia, sino porque era la música que escuchaba cuando tenía 18 años. 

A mí me pasa algo parecido con muchas canciones, sobre todo con esta: 

 


Y a vosotr@s, ¿qué canción os pone siempre felices?


jueves, 31 de diciembre de 2020

El año más raro de nuestras vidas


vuelo en avioneta (foto: hiro)

Adiós 2020. Adiós al año más raro de nuestras vidas. Al año de los cumpleaños, conciertos, Navidades y celebraciones perdidas. 

Tampoco es que espere mucho  del 2021. Pero nunca me había alegrado tanto dejar algo atrás. 

Ha sido el año en que me he sentido más huérfana y desconectada de mi familia. No creo en las videollamadas; o no me bastan. Solamente he visto tres veces a mis padres y algunas de mis hermanas y sobrinos. Ha sido la primera Navidad sin mi familia. 

Lo que sí que ha abundado son las lecturas. En eso no me puedo quejar, ha sido un año de buenos libros. 

He ido a pocos conciertos (tres) y dos fueron para ver a la misma artista: Anna Andreu, mi descubrimiento y obsesión musical del año.

Y poco más que contar. 

¡Ah, sí! También ha sido el año que hemos volado por primera vez en avioneta. Fue mi regalo de cumpleaños para Id y nos encantó la experiencia. Se nos hizo corta, así que cuando podamos repetiremos.

En fin, no quería terminar el 2020 sin pasarme por aquí. Este espacio que tengo tan abandonado pero que sigue existiendo aquí, esperándome siempre como una habitación blanca e iluminada; acogedora y abierta a todas las posibilidades. 

Para el 2021 no prometo nada, sólo el seguir intentándolo y no ser muy dura conmigo misma por ello. 

¡Feliz 2021!


jueves, 21 de mayo de 2020

Me imagino la playa

Monk's House

Mi lista de libros pendientes ha descendido levemente. A pesar de que durante las primeras semanas no tenía ganas de leer nada. La realidad superaba a cualquier ficción.
Ahora las ganas han vuelto y han explotado con fuerza. Me ha fascinado Canto jo i la muntanya balla (Canto yo y la montaña baila), de Irene Solà. Una de las mejores novelas del año. Y me ha llegado muy adentro Fugir era el més bell que teníem (Huir era lo más bello que teníamos) de Marta Marín-Dòmine. Ha sido una suerte encontrarme estas dos maravillas durante estos meses.


También he retomado el Diario de una escritora de Virgina Woolf. Leo cada día un par de páginas. Me gusta dosificarlo. Desde este confinamiento -todavía de fase 0- leo a Virgina durante su viaje por Italia. Me admira su determinación en escribir y reescribir una y otra vez sus textos hasta que quedaba satisfecha. Esa motivación, ese empuje es el que me falta a mí en muchas cosas.

Obligadas a suspender nuestro viaje a París para principios de mayo, viajo por internet hasta Monk's House. En esta habitación, sencilla y luminosa, escribía Virginia las palabras que tengo bajo mis ojos. 

escritorio de Virginia Woolf

Cuando echo la vista atrás, tengo la sensación que durante estos dos meses de confinamiento han pasado muchas cosas. He leído, jugado, cocinado, hemos visto series, películas, hemos discutido, reído, cantado, hemos felicitado cumpleaños, hecho videos, videollamdas... Me he dado cuenta que me agotan las videollamadas; mi madre -en cambio- las ha descubierto y no duda en llamarme cuando menos me lo espero. 
También ha habido momentos para la desidia, la tristeza, el silencio, el insomnio..., días en los que no me apetecía hacer nada.

Ahora que el ruido va regresando, añoro el silencio sorprendente que vibraba en las calles; poder dormir sin ruidos; que me despierte el canto de pájaros cuyos nombres desconozco. El desconfinamiento paulatino se irá llevando esos placeres. Nuestras vidas suspendidas en el tiempo regresaran al embrutecimiento de los días sin pausa ni silencios. 
Dice Id que estoy desarrollando un poco de "síndrome de la cabaña". Tal vez tenga razón, mi relación con el mundo exterior siempre ha sido un poco "complicada".
Pero también tengo ganas de salir, de ver a mis amig@s y familia. De pasear por el bosque, de sentir el mar... 
Pero todo esto ya lo sabía antes.

jueves, 26 de marzo de 2020

Estos días


imágenes de la gripe española (fijaos en el gato)

12 días ya. Esta semana he empezado a notar los efectos del confinamiento. Hay momentos en los que pierdo la noción del tiempo, me cuesta saber en que día estoy: ¿hoy es martes, jueves..? Es como vivir en un abismo temporal en el que las rutinas se van deformando, como si los relojes de Dalí rigieran el tiempo. 
Hay ratos en que me siento un poco atontada. Intento no sentirme culpable los días que no me apetece hacer nada. Me flipa un poco la hipermotivación de alguna gente.

En general nunca me ha costado hacer vida en casa, de hecho siempre tengo cosas que hacer o leer. Estoy aprovechando para hacer un curso online, dibujar, hacer lettering, incluso ping pong. Ahora ya no tengo excusa para atacar esa pila de libros siempre pendientes. Pero que todo esto pase mientras la primavera estalla en las calles hace las cosas más difíciles.
Pero ahora toca permanecer, cuidarnos, parar. Por fin los verbos "cuidar" y "curar" adquiere el valor que merecen, así como las personas que los llevan a cabo. 
Sufro por mis padres, sobretodo por mi madre que ya tiene problemas de salud añadidos. Por suerte tienen a dos de mis hermanas cerca que los cuidan y les hacen la compra.
Para salvar distancias, hacemos videollamadas con amigos, familiares... La cita de las 20h para salir a aplaudir en el balcón es la única rutina que cumplimos a rajatabla.


En lo que llevamos de confinamiento he salido dos veces a comprar y no me ha gustado la experiencia. Es como si estuviera viviendo dentro de un episodio de Black Mirror que nunca acaba. A veces me da la sensación que ya nunca podremos volver a vivir como antes. Aunque tal vez ese era el problema.

Veo imágenes del agua cristalina en los canales de Venecia, delfines nadando en puertos, jabalís en las calles de Barcelona, ciervos paseando por rotondas, los índices de contaminación bajando en picado... Tal vez el virus seamos nosotros. 
Crisis sanitaria, crisis económica, crisis climática... Se nos van acumulando las crisis. Y solo espero que todo esto nos haga reflexionar y que realmente suponga un cambio a mejor.

jueves, 27 de febrero de 2020

Adios Marianne, adios Connell

imagen de la serie Normal People

Ya he terminado de leer Gente Normal, de Sally Rooney. Me ha quedado una sensación de vacío y añoranza que solo siento cuando termino un buen libro. Es como si tras conocer muy intensamente a alguien, te expulsaran de su vida. Te deshabitaran.
Me fascina la facilidad que tiene Rooney de explicar emociones tan complejas, de como utiliza el silencio y aquello que no nos decimos como algo que puede modificar nuestras vidas. Lo terminé ayer y ya echo de menos a Marianne y a Connell.
Ya veremos que tal está la serie basada en el libro que está próxima a estrenarse.


El otro día, vagueando por Youtube, me tropecé con un canal sobre finales de películas. Toda una oda al spoiler. Durante muchos años tuve la costumbre de empezar un libro leyendo la primera y la última frase. "Así te debías reventar muchos finales", me diréis. Bien, no siempre.
Creo que lo hacia para no distraerme demasiado en el qué y disfrutar más del cómo.
Por ejemplo, me gustaría volver a ver Parasite para fijarme mejor en como su director construye los mecanismos que llevan a la película a estallar en ese frenético final, en vez de estar pendiente del tan aclamado giro narrativo del que todo el mundo me hablaba antes de ver la película.

En fin, para llenar el vacío que me ha dejado Gente Normal, ya he empezado con Fugir era el més vell que teníem, de Marta Marín-Dòmine, que de momento me está gustando mucho, y también con la relectura de Frankie Addams, de Carson McCullers (también quiero releer El corazón es un cazador solitario). Recuerdo que los dos libros me gustaron mucho por el retrato de hace de una chica adolescente y solitaria.



Un poco como la protagonista de I Am Not Okay With This, la serie de Netflix que me he tragado en dos tardes. Prefiero no explicaros mucha cosa sobre esta serie, solo os la recomiendo muy mucho si fuisteis adolescentes diferentxs, rarxs, y toda vuestra vida os parecía una mierda. Además tengo una especie de crush (no lo llevo bien por la diferencia de edad) con su protagonista (la actriz Sophia Lillis) que ya me impresionó con su interpretación en Sharp Objects.

Es raro; no soporto a los adolescente en el mundo real, pero me gustan las ficciones sobre adolescentes inadaptados. Supongo que una nunca supera del todo su adolescencia. 

sábado, 18 de enero de 2020

Un año después, el blog todavía estaba allí


fotos: hiro

Coincidencias curiosas. Hoy hace exactamente un año de mi último post. En esa última entrada me proponía, como deseo de Año Nuevo, no olvidarme; y además, intentar actualizar más a menudo el blog. ¡Juas!
¿Resultado? Salta a la vista. Un año de ignorancia bloguera y yo, tan perdida como siempre.
Empiezo a asumir que este estado de insatisfacción permanente y de duda perenne es la esencia misma de la tan aburrida adultez (por cierto, que palabra más fea). 

¿Y que ha sido de mí este último año? Bien, todo sigue más o menos igual. 
Intente vivir "mi vida en Re" y casi lo consigo durante unos meses. Encontré un trabajo que me gustaba bastante, un jefe que confiaba en mí, una responsable que me adoraba, buenos compañeros... Pero un sueldo tirando a bajo y un horario de mierda con un solo día de descanso semanal. 

Entonces encontré otro curro. Mucho mejor pagado, de lunes a viernes y con horario intensivo. La pega: no me gustaba y me dejaba tan agotada que el resto del día no servia para nada. 
Tengo asumido que siempre he sido y seré un desastre en el tema laboral.

Sea como sea, he tenido la sensación de haberme pasado el 2019 trabajando sin parar. Ni vacaciones de verano, ni tiempo para escribir, ni leer, o disfrutar de nada. 
Con el 2020 empieza otra etapa totalmente incierta. Pero, sorprendentemente, este hecho -hablando vulgarmente- me la trae floja. Estoy en modo pasotismo total. También puede ser que el puto frío o el invierno me ayuden a verlo todo de vuelta. 
Aunque un paseo de mediodía por la playa, con un solecito digno de una primavera, haya hecho que algo se despertara tímidamente dentro de mí.

Lo único que ha renacido de momento, y con fuerza, ha sido mi pasión por la lectura. 
Comencé el año terminando Conversaciones entre amigos, de Sally Rooney. Hacía tiempo que tenía ganas de leer algo de esta autora (también le tengo ganas a Gente Normal), y debo decir que me ha gustado más de lo que esperaba, sobretodo después de algunos días de haberlo terminado. 
También me ha ha apasionado el estilo narrativo de Annie Ernaux en La mujer helada (de ella también tengo pendiente Los años). 
Ahora estoy a punto de terminar Llum (Luz, en su edición castellana) de Elisabet Riera. Una novela que narra la relación amorosa entre una mujer de 40 años y una niña de 12. Lo sé, el argumento suena inmoral y una versión femenina de Lolita, pero extrañamente el libro es mucho más que eso. Simplemente leedlo y me entenderéis. 
Y después vienen todos los libros de la foto:


Por cierto, ahora me doy cuenta que los tres últimos libros que he leído, y los que tengo pendientes, son todos escritos por mujeres. 

Musicalmente el 2019 ha sido bastante pobre. No he tenido ni tiempo, ni ganas de escuchar música nueva o explorar nuevos horizontes musicales. ¿Me estaré haciendo mayor? 
La única novedad que me ha acompañado estos últimos seis meses, y que he ido desgranando canción a canción según mi estado emocional variante, ha sido Fans del Sol de Oques Grasses.

En fin, no prometo actualizar más a menudo; aunque mucho peor que el año pasado ya no lo podré hacer, ¿verdad?