Tras
la semana maratoniana, como era previsible, caí enferma. Primero una gastroenteritis y después, un resfriado. Esto, sumado a una semana de lluvias y horarios interminables, me robaron las ganas y la inspiración para escribir en el blog y comentar los ajenos. Se lo comenté a Id y ella también me confesó que se sentía desmotivada; debe ser cosa del invierno y las tardes sin sol. Pero tranquil@s, este no será uno de esos post donde explico que estoy pensando en cerrar el blog; y es que todo bloguer@ -como comentamos una tarde con el chico dEsoRdeNado- tiene alguna vez la tentación de escribir ese post para hacer que los comentarios le suban la moral o la autoestima bloguera.
Ante tal bajón, consecuencia del frío y de la aburrida monotonía, Id y yo decidimos romper un poco con nuestras rutinas diarias. Porque lo que he comprobado este último mes, es que la gente parece adorar ciertos automatismos, que vale, entiendo que les den confianza, pero que pueden convertir su vida diaria en un insulso y eterno día de la marmota. Me explico. Cada mañana cojo el tren a la misma hora, y claro, como yo, muchas personas más. He observado que mucha gente siempre sube en el mismo vagón y se sienta -o lo intenta- en el mismo asiento cada día. Así que se podría decir que ya nos conocemos todos, ni que sea de vista. Nos miramos y nos reconocemos, pero no nos saludamos. De camino al trabajo, también repito cruces con las mismas personas, en las mismas calles.
Para huir de esta rutina marmotil, voy cambiando de vagón según el día, e invento nuevas rutas para llegar al trabajo.
Esta semana, para sacudirnos la desmotivación, Id y yo -a pesar de la lluvia- quedamos para comer con una de las Gemelas y después nos fuimos de compras. Ya tenemos varios regalos navideños comprados. Y es que con tantas luces, escaparates adornados, villancicos por los altavoces, es imposible que no te afecte el ansia consumista de estas fiestas. Aunque no necesito que sea Navidad para entrar en un
Tiger y tener ganas de comprarme todas las chorradas que venden en la tienda. O en
Vinçon y querer ser rica para llevármelo todo a casa.
Cuando llegamos al Passeig de Gràcia estábamos tan cansadas, que sólo vimos una parte de la
Shopping Night Bcn, una fiesta muy molona, de diseño y consumista, ideal para potenciar esa imagen de ciudad-escaparate en que se ha convertido Barcelona.
El viernes, quedé con mi hermana y mis sobrinos del pueblo que vinieron de visita a Barcelona. Mi sobrina-ahijada sigue haciéndome chantaje emocional siempre que me ve, para que vuelva al pueblo, pero igualmente me encantó verlos y abrazarlos.
Mercantic
El sábado tocó visita, de nuevo, al
Mercantic, donde acompañamos al primo de Id y su novia a buscar muebles. Al final ellos no se compraron nada y nosotras nos marchamos cargadas de bolsas. Y es que Id tiene un par de sesiones infantiles pendientes y buscaba material para hacer unos complementos muy originales. ¡Mirad que árbol y que letras más chulas hizo!
Y por la tarde, Arale nos llamó para preguntarnos si queríamos acompañarla al Ikea, y claro, nosotras no sabemos decir que "no" a una excursión al Ikea.
Y el domingo, por fin fue un día de relax. De salir a pasear por la feria de Santa Llúcia y de tomar un aperitivo al sol. Además Id me hizo English muffins para desayunar. ¡Estaban ríquisimos!
Este año, de momento, voy tolerando el rollo pre-navideño; pero lo que ya no llevo tan bien es tanto viento y tanto frío, brrrrrr...