viernes, 20 de mayo de 2016

primavera, a pesar de todo

foto: Henry Roy

Acumulo libros por leer, discos por escuchar, posts que escribir... Descontrolo el tiempo, que ajeno a todo, marcha sin respetar mi ritmo. De repente he descubierto que al árbol que vive frente a  nuestro balcón, le ha crecido una cabellera de frondosas hojas. Me gusta como la luz juega con ellas y se cuela en las paredes del comedor y sobre el mantel dibujando sombras oscilantes.

Por las mañanas, de camino al trabajo, sigo soñando con huir, pero el instinto ya no es tan fuerte; cosa de la costumbre y su fuerza domesticadora. Pero antes de meterme en la boca del metro, levanto la vista para observar, ni que sea fugazmente, la Sagrada Familia. Los turistas no lo saben, pero la mejor hora para admirarla es a las siete y media de la mañana; entonces, es cuando la luz la hace lucir más hermosa. Me pregunto si a base de verla cada día, no me percataré de como cambia y crece; como pasa con los niños cuando los ves a diario. Algún día alzaré la vista y simplemente estará terminada. Aunque no creo que vivamos tantos años en este barrio para que eso pase.

Y es que algunos cambios pueden ocurrir de repente, cuando menos te los esperas. Eso les ha pasado a una pareja de amigas nuestras: de la noche a la mañana han roto, y esa ruptura me ha afectado más de lo que esperaba. Una de ellas vino a dormir a casa, estaba desecha por el dolor y el desconcierto. Como la propagación de una onda concéntrica, esa ruptura ira reverberando en nuestro entorno de amigas, e inevitablemente, nada volverá a ser igual. Adiós a algunos planes de verano, y a otros más cercanos.
Mientras, la vida sigue, aunque ante el dolor de los demás la felicidad propia nos haga sentir algo culpables.